Entre Cantabria y Asturias. 4 días para enamorarte + del norte. (Parte 2)
Autor: J. Gómez
Fotografías: J. Gómez
Instagram: jgomeznature
Día 3. Mañana: Ruta del Faro del Caballo
Tras un día de descanso, volvemos a enfudarnos las botas para esta vez hacer la ruta del Faro del Caballo. Situada en Santoña, la ruta se caracteriza por su bajada de 750 escalones que hay hasta llegar al faro. La ruta es ciertamente muy fácil y asequible para todos los públicos, tanto que la gente va de "channel" para hacerla (risas). Aunque es verdad que como ruta no ofrece dificultad alguna a pesar de sus 3 horas de recorrido ida y vuelta (aprox y con parada en el faro), su enclave es digno de admirar ya que bordea toda la costa por la parte superior de los acantilados a través de un camino, pudiendo ver en todo momento la costa de Santoña y Laredo. Respecto a su camino decir que no tiene pérdida ninguna. Una vez llegas a la parte más frondosa de arboleda se ve una bifurcación con caminos hacia diferentes faros. Para ir al del caballo hay que tomar el de la derecha, y 200 metros después vienen sus famosos escalones, y cuando digo famosos no sólo lo digo por ser un poco más altos de lo normal, sino porque fueron construidos por los presos de la cárcel del Dueso. Una historia curiosa que te dejo para que te cuenten los foráne@s de la zona. Y hablando de curiosidades, llegados al faro podréis bajar unos cuantos escalones más para saltar, y cuando digo saltar, es saltar. Esto es muy típico de esa ruta, al igual que los rescates. Digo esto porque historias han sucedido de saltos sin vista a un lado que no se debe o estando la marea más baja, y debajo del agua no es que haya gelatina o gomaespuma precisamente, por lo ve con ojo o bien salta desde el pequeño que se encuentra al final de las escaleras.
Instagram: jgomeznature
Día 3. Mañana: Ruta del Faro del Caballo
Tras un día de descanso, volvemos a enfudarnos las botas para esta vez hacer la ruta del Faro del Caballo. Situada en Santoña, la ruta se caracteriza por su bajada de 750 escalones que hay hasta llegar al faro. La ruta es ciertamente muy fácil y asequible para todos los públicos, tanto que la gente va de "channel" para hacerla (risas). Aunque es verdad que como ruta no ofrece dificultad alguna a pesar de sus 3 horas de recorrido ida y vuelta (aprox y con parada en el faro), su enclave es digno de admirar ya que bordea toda la costa por la parte superior de los acantilados a través de un camino, pudiendo ver en todo momento la costa de Santoña y Laredo. Respecto a su camino decir que no tiene pérdida ninguna. Una vez llegas a la parte más frondosa de arboleda se ve una bifurcación con caminos hacia diferentes faros. Para ir al del caballo hay que tomar el de la derecha, y 200 metros después vienen sus famosos escalones, y cuando digo famosos no sólo lo digo por ser un poco más altos de lo normal, sino porque fueron construidos por los presos de la cárcel del Dueso. Una historia curiosa que te dejo para que te cuenten los foráne@s de la zona. Y hablando de curiosidades, llegados al faro podréis bajar unos cuantos escalones más para saltar, y cuando digo saltar, es saltar. Esto es muy típico de esa ruta, al igual que los rescates. Digo esto porque historias han sucedido de saltos sin vista a un lado que no se debe o estando la marea más baja, y debajo del agua no es que haya gelatina o gomaespuma precisamente, por lo ve con ojo o bien salta desde el pequeño que se encuentra al final de las escaleras.
Día 3. Tarde: Santander
Después de terminar la ruta y comer en el paseo marítimo de Santoña nos dirigimos a Santander para hacer algo de turismo. Puesto que la intención era pasar también un rato de relax en la playa, el turisteo se redujo a un paseo por la bahía de Santander, visita al centro Botín, el parque de la Magdalena y sus animalicos (no estoy de acuerdo con los zoológicos o por el estilo) y lo mejor de la tarde, el famoso helado Regma (el del Sardinero) con el que tanto me habían dado la brasa... y buenos están, como todos (soy devoto del helado), pero lo bueno era la cantidad, aunque no había tarrinas de diferentes tamaños y eso es un punto negativo (risas). Para rematar el día, no podía irme sin ver la bahía de Santander por la noche desde el embarcadero de Pedreña después de una barbacoa típica (vaya empacho...). Una pena que no pudiese hacer las fotos nocturnas que tenía en mente.
Día 4. Descenso del Sella y Cangas de Onís
Y llegó el último día, y como no, a tope, ya que en verdad hacía falta para quemar el helado y la barbacoa de morcilla de burgos y carne de matanza cántabra (a punto del ingreso en el hospital. Risas). Pero, ¿cómo despedir con un hasta pronto y bajar las calorías de más de la otra noche? Bajando el Sella. El descenso lo hicimos con la empresa X (no pagan publi. Y no os preocupéis que hay unas cuantas) que ofrecía el recorrido y rampa más largos (17 kilómetros) del Sella. Añadir que el recorrido completo no es obligatorio, obviamente. La empresa explica que puedes parar a mitad, al completar, o si no puedes más, llamas y recogen la piragua (este servicio tienes que consultarlo). Sin embargo, si tienes que terminar a una hora determinada. En nuestro caso era a las 17:30 máximo, sino te empezaban a contar cada 15 minutos 5€ por demora. Pero da tiempo, así que haz un par de paradas para descansar o comer algo, y sobre todo disfrútalo. Si te hace bueno, tírate al agua con precaución de las rocas del fondo. Y si no hace tan bueno y aún así te aventuras, mete un cortavientos o chubasquero en el bote estanco que da la empresa, te hará falta como se levante viento o se nuble. Aún así lo metería por si acaso.
Terminado el recorrido, secados y cambiados dejamos Ribadesella para dirigirnos a Cangas de Onís a ver el famoso puente romano, el cual separa los concejos de Cangas de Onís y Parres. Una estampa que ya que estás cerca de Ribadesella tienes que aprovechar. Dicho lo cual y disfrutada la cruz de Asturias desde la visión que nos dejaba el puente, nos vamos a por un chocolate calentito con churros para reponer fuerzas y cerrar el viaje entre risas y anécdotas de los cuatro días.
Por último, no podía cerrar el post del viaje sin agradecer a Marta, la más guapa de todas las guapas y poderosas de todas las poderosas (risas de Fran y risa de Marta) por la organización, planificación, alojamiento, dolores de cabeza, microinfartos por los arrebatos disléxicos, confusiones y bromitas.
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